Tuesday, October 6, 2009

Catedral Nuestra Señora de La Asunción, La Asunción, Isla Margarita, Nueva Esparta, Venezuela

No deje de visitar esta magnífica catedral de tiempos de la colonia en la ciudad capital de La Asunción, Estado de Nueva Esparta.

Nuestra Señora de La Asunción.
Fotos: Hilda Luisa Díaz-Perera
2009 Derechos Reservados

Cortesía de IslaMargaritaBedandBreakfast.com (English) y de VacacionesEnIslaMargarita.com (Español)
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Isla de Margarita, Estado de Nueva Esparta, Venezuela

Por Hilda Luisa Díaz-Perera.
2009 Derechos Reservados
Publicado por primera vez en WordPress: Octubre 4, 2009 a 10:32 PM
 
Hoy me he propuesto contar un poco de la historia de Isla de Margarita. También quisiera describirla. Deseo dedicarle un poco del espacio de este blog a este tópico porque como no soy venezolana, de esta forma estudio un poco de geografía de Margarita y me familiarizo con los eventos que hay detrás de tantos nombre que ya son parte de mi diario vivir en esta bellísima isla de características tan singulares. Como esto puede ser una tarea interminable voy a tratar de ser breve sin sacrificar datos que creo que todo turista debe tener en cuenta cuando nos visita. A lo mejor en el camino me doy cuenta que tengo tanto material que puedo sacar varios artículos.

Quizás sea difícil para el que viene en busca de descanso, sol, playas y mar, pensar en sacar un poco de tiempo para sumergirse en el acervo cultural que no se encuentra de ninguna manera escondido y que yace muy a la mano del que es capaz de simplemente observar con lo ojos del interés. Veo a menudo la atención que despiertan en las personas que se quedan en nuestro establecimiento, Isla Margarita Bed and Breakfast, las playas, el Centro Comercial Sambil, las discotecas y los restaurantes, así como también los lugares que ofrecen diversión para los pequeños, pero nunca me han preguntado por la intrigante Catedral de Nuestra Señora de La Asunción, el Parque Nacional El Copey y los magníficos fuertes que deben su existencia a la defensa de la Isla de Margarita durante los tiempos de la colonia. Por eso quisiera ofrecerles esta información, para quizás despertarles la curiosidad y si vienen a Isla de Margarita, se detengan en el camino a mirarlo todo con más detenimiento.

Geografía

Como este blog se lee en países lejanos, por personas que quizás no conocen mucho sobre nuestra isla, empecemos por una sencilla descripción geográfica:

Isla Margarita, es la mayor de las islas caribeñas venezolanas, que junto a las Isla de San Pedro de Coche y Cubagua conforman el Estado de Nueva Esparta de Venezuela, al norte de América del Sur. Yace plácidamente en el Mar Caribe que la limita en todos sus puntos, frente a la costa nor-oriental de este espectacular país. Margarita queda como a dos horas y media en ferry de la ciudad de Puerto La Cruz, y como a cuarenta minutos en avión desde el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Maiquetía. Su superficie indiscutiblemente volcánica y mayormente desértica, cuenta con 1.071 km². El punto más alto de la Isla es el Cerro San Juan con 930 metros sobre el nivel del mar. Su capital es la ciudad colonial de La Asunción con una población de alrededor de 23,097 habitantes según el Censo del 2001. Las ciudades más pobladas y modernas son Porlamar y Pampatar.

Antecedentes Históricos


La Isla de Margarita fue descubierta por Cristóbal Colón el 15 de agosto de 1498 durante su tercera travesía al nuevo mundo, el mismo viaje durante el cual descubrió a Venezuela. Los indígenas que allí vivían, la nación Guaiquerí, llamaban a la isla Paraguachoa, que en su idioma significaba donde abundan los peces o también gente de mar. Por haber sido descubierta el día de la celebración de la Virgen de La Asunción, Colón bautizó a su nuevo hallazgo con el nombre de La Asunción. Al año siguiente, en 1499, la isla fue rebautizada por Pedro Alonso Niño y Cristóbal Guerra con el nombre de “La Margarita” por la gran cantidad de perlas encontradas en la región. Según Pedro Mártir de Anglería consiguen una gran cantidad de perlas y las cargaron, nos cuenta, como si fuera paja. La otra explicación sobre el nuevo nombramiento de la isla sugiere que los colonizadores quisieron hacer honor a la reina Margarita de Austria.

La Provincia de Margarita, establecida en 1525, es la más antigua de las que para el año 1777 integraban la Capitanía General de Venezuela, que hasta 1739, había dependido de la Real Audiencia de Santo Domingo cuando fue anexada al Virreinato de Nueva Granada. Más tarde, con el fin de la colonia y el surgimiento de la República de Venezuela en 1830, la Provincia de Margarita fue una de las trece provincias originales. En 1864 cuando el país es dividido en 20 estados y un Distrito Federal, Margarita adquiere el nuevo nombre de Estado Nueva Esparta. Después de atravesar varios cambios de nombres en años subsiguientes, Nueva Esparta recupera su condición de estado en 1909. La Isla de Cubagua se anexa a su territorio en 1948.

Más información sobre Isla de Margarita en futuros artículos.

Fuentes: http://wikipedia.org

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My Venezuelan 4th of July

By Hilda Luisa Díaz-Perera
2009 All Rights Reserved.
Written in Margarita Island, July 5th 2008.

I knew it was the 4th. Yesterday had been the 3rd, so I was positive today was the 4th. It was Friday, and it was the fourth, because the stock market was dutifully closed. It didn’t matter that the dollar was plunging, that oil and commodities were swinging wildly out of control, that there were thousands of people losing millions of dollars. It didn’t matter that more than 6 million families had lost their homes. The United States had come to a standstill for its annual 4th. I thought about the American Embassy in Caracas and regretted I had not yet registered there. They were probably hosting a celebration for American citizens living in the capital. The thought came to me that I should establish some sort of an association in Margarita Island to bring together those of us who are living here. It would be nice, I thought, if we could gather for national celebrations, like today, or maybe Thanksgiving; we could help each other find American-like products in the island or maybe those who travel to the States could bring back some of those things we take for granted there that are not available, not produced, or even known here, like my French Gourmet Folgers coffee and my specially roasted Pilón Cuban coffee; we could meet every other week and maybe have a sing-along. I couldn’t explain why today my vocal chords had locked themselves on the words of Home on the Range quietly singing them away in my throat. We might also go to the beach for a bonfire with hot dogs (here, mostly German or Polish wieners) and no marshmallows. I thought about it for a minute, mentioned it to my husband and decided to file the idea away. Maybe some time down the road, when I was finally settled in Margarita. There were too many things I still needed to do, before allowing my altruism to get the better of me.

The day had started out very early as it usually did for me: I had brought the dog down and taken him to the yard where he began to bark back at another invisible barking dog hiding somewhere in the dawn’s early light. I had had my breakfast, not with my American Folgers, since I had had no time before I left the States to go to Publix and buy some to bring with me. It had been the first item on my To-Do list that last day, January the 17th of 2008, and yet it never got done, there were so many last minute more important details to attend to. The 4th unfolded slowly and uneventfully. My husband had sold our lawn mower tractor because now we did not own 3.8 acres in Naples anymore. We had a small 25 x 25 patch of green and a regular mower would do. He had set off to Puerto Ordaz to deliver the tractor to the new owner. He would be gone for two days. I sat down at my sewing machine and got busy with the kitchen curtains I had to finish. The 4th faded slowly away into the stitches, the minutes, the hours, the solitude and the barking dog and my cat Maggie rubbing her body against my feet and purring heavily, demanding attention. Home on the Range had survived my busy-ness and indeed, the skies had not been cloudy all day. It was 5 pm already. The phone rang. My husband was calling with the news that he would not be traveling to Puerto Ordaz after all. The customs officers had told him that the paperwork was perfect and that the flatbed could go onto its destination without him. I was so thankful! Our home had been broken into twice in less than a month so the prospect of being alone did not make me happy. “Hurry home,” I said and hung up. The phone rang again. It was my oldest sister in-law’s husband. So that I would not be alone that evening, he and his wife were inviting me to dinner at a wonderful restaurant in Playa El Agua, that stands right on the sand by the shoreline. Playa El Agua is a tract of sandy, open beach about 4 kms long. From the restaurant, you can see the wide expanse of ocean coming at you, and your ears become full of the sound of the waves. I told them about my husband’s change of plans, and that he would be joining us there.

When we arrived it was early for Venezuelan dinnertime, so the restaurant was empty except for the long table at the back where there were more than 20 people, all family, awaiting us. Everyone got up in unison and went into the Hispanic greeting frenzy of kissing and re-kissing and hugging each other. All of a sudden the greeting stopped, as in the musical chairs game when the music is turned off. Everyone scrammed to their chairs. Two were free, and before I knew it, my husband and I were sitting facing the massive, huge grey ocean. Today, you could see row after row of long advancing waves landing at the shoreline, smoothly and softly, with no effort, like a child sent by its mother to have some cookies from the jar. The ocean looked like molten lead coming from the horizon, turning into water hills, moving heavily, surely, driving itself into the sand in splashes of white foam. It reminded me of something that I couldn’t exactly place. I kept watching the rows of water, the grey. I ordered from the menu. And still the waves reminded me of something I had seen. Home on the Range still hugged my chords and sang itself into my ears, a lonely song. I thought of my children who I knew were celebrating together in Tampa, at the beach. Then I thought of the War Memorials in Washington D.C. I could see the oversized statues of the American soldiers at the Korean War Veterans Memorial, shining eerily silver grey under a full moon. From there my mind jumped to the dark grey of the Vietnam Veterans Memorial contrasting with the myriad of bright flowers left daily by the dead soldiers’ family members. The waves were still thrusting at me, but now the ocean was not empty. It was swarming with US Navy boats full of men heading toward the shore, there were soldiers with rifles held above the water and I could hear the cries, the bullets sizzling by and the explosions that gradually took over the space of Home on the Range until I could not hear it any longer. Had I seen this in Washington D.C.? No, this was D-Day playing itself out for me in this distant grey ocean on an overcast early evening! I felt my eyes welled with tears. I fought the heaving knot in the middle of my breast and turned around to my youngest sister-in-law’s Cuban husband at the opposite end of the table. He designs cars for Ford and he and his family are settling in Brazil for his three-year stay at the Brazilian Ford Headquarters. Of those present, the two of us had held American citizenship the longest. “Ralph!” I said raising my margarita glass, “Happy 4th!” He raised his beer bottle and, with a proud smile on his face, returned: Happy 4th! His Cuban-Venezuelan-American children looked up, raised their Cokes and piped together: “Happy 4th”; then my second youngest sister-in-law, a twin who lives in Atlanta and is married to one of the news editors of Spanish CNN, and her two Venezuelan-American daughters chimed in: “Happy Fourth! We all laughed, and then the laughing subsided and there was silence. I went back to my conversation with my oldest sister-in law, but I couldn’t recapture its thread. In the background, with the crashing waves, I could hear a young squeaky voice singing by itself, something I did not recognize. I could not distinguish the words; I could not recognize the distorted melody sung off key. Another voice joined in and then another older voice that made the words understandable and gave affirmation to the wavering childlike melody: …“By the dawn’s early light…,” I thought I heard. Then my twin sisters-in law joined the improvised but now solid choir: “Whose broad stripes and bright stars…;” then the girls: “And the rockets’ red glare.…” By then, my husband and I were singing loudly and proudly: “For the land of the free, and the home of the brave!” When I finally remembered we were in the restaurant, I looked around and half our table was standing up, hands on our hearts and teary-eyed. So were the tables around us: Happy 4th! Happy Venezuelan 4th!

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Vacaciones en Isla Margarita.

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Los Maravillosos Atardeceres de Isla Margarita

Fotos: Hilda Luisa Díaz-Perera.
2008 Derechos Reservados
Publicado por primera vez en WordPress: Abril 11, 2009 a 3:08 PM

Isla Margarita ostenta unos atardeceres espectaculares que pueden ser disfrutados a lo largo de toda su costa norte y oeste. La fotos que verán en este álbum fueron sacadas en distintas tardes desde diferentes pueblitos pesqueros, por eso los peñeros que es el nombre que se les da en la Isla a los botecitos de pesca. Haga click en el enlace abajo para que pueda admirar estos paisajes inigualables.

http://www.associatedcontent.com/slideshow/14344/sunset_in_margarita_island_venezuela.html

Sunsets in Margarita Island, Venezuela.
Margarita is a paradisaical island off the northern coast of Venezuela. Known for pristine beaches and mountains that seem to fall suddenly into the sea, its seashore is hugged by a string of fishing villages whose demeanor change as the sun goes down.


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Las Empanadas Neo-Espartanas


Por Hilda Luisa Díaz-Perera.
2008 Derechos Reservados.
Publicado por primera vez en WordPress: Diciembre 31, 2008 a 1:27 PM

Para aquellos que no lo saben, el gentilicio neo-espartano se refiere a las personas oriundas del estado de Nueva Esparta, Venezuela, compuesto por las Islas de Margarita, Cubagua y Coche. La capital de este estado es la ciudad de La Asunción, un pequeño pueblo colonial, de plazas soleadas por enormes árboles, donde no falta una añejada iglesia y la consabida estatua, en este caso la de Luisa Cáceres de Arismendi, quien fuera la heroína local de la contienda para terminar con el imperio español en Venezuela. Estas tres islas, además de ofrecerle al viajero unos paisajes paradisíacos, playas caribeñas límpidas de mares azulverdes y un sol inigualable, también lo conquista rápidamente con sus maravillosas empanadas, que pueden encontrarse por doquier.
Como a Nelson y a mí nos gusta comer y probar todo lo que vemos atrayente, nos llamó mucho la atención ver las colas que se forman en Margarita, a todas horas, a la vera del camino, junto a unos sencillos puestos donde sirven estas deliciosas golosinas que son las empanadas. Esta industria de la economía “informal” es manejada casi en su totalidad por mujeres, y, dependiendo del trasiego que exista a su alrededor puede haber hasta tres personas envueltas en la conducción del negocio: una persona “arma la empanada”, otra la fríe, y una tercera cobra y sirve refrescos, café, o papelón, una bebida sencilla que se toma bien fría y que es preparada con papelón/raspadura/panela de caña de azúcar, diluida en agua y luego mezclada con jugo de limón.

Generalmente, estos puestos pertenecen a las personas que los operan. En algunos casos, la alcaldía local pone el puesto a disposición de la operadora y ella paga la licencia por utilizarlo. Muchas operarias llevan años en el mismo puesto, en el mismo lugar, y son conocidas por todos en su comarca. Encontramos casos de hijas asumiendo el lugar de sus madres después que éstas se retiran. Las señoras Juana y María Flor, dos hermanas que viven en el pueblo de Pedro González, llevan operando su puesto en la Vía Principal frente a la Placita de José Ramón Villaroel, hace más de 20 años. Isabel, en Juan Griego, quien además de operaria nos hace reír por sus ocurrencias, aprendió el arte de hacer empanadas con su madre quien tuvo su propio puesto durante 30 años.

Las horas de operación de los puestos de empanadas varían según la conveniencia de quién las produce y las vende, pero, como es natural, se rigen mayormente por las horas en que las empanadas tienen más demanda. Por eso, pueden abrir entre las 6:30 y las 7:00 am y cerrar en las horas del almuerzo y la siesta, entre 11:30 am y 3:00 pm. Después de las 4:00 pm, algunos puestos vuelven a abrir para servir a aquellos que regresan a su casa después del trabajo, y para la oferta de por la noche. Debo aclarar que además del tiempo que dedican a su puesto de empanadas, algunas operadoras trabajan dos y tres horas previamente en sus casas, para preparar no sólo la masa con la que van a comenzar el día, sino también todos los rellenos, aderezos y picantes que van a brindar luego al cliente.

Cada puesto tiene su propio repertorio de rellenos. Casi todos ofrecen las empanadas de cazón (tiburón joven) preferidas por los locales y los “navegados” como se les dice a los que, como nosotros, nos hemos mudado para vivir en Isla Margarita. También se consiguen de pollo, de carne “desmechada” o (para los cubanos: ropa vieja), de queso fresco local blanco, de “caraotas” o frijoles negros y de “pabellón”, que es el plato típico venezolano y que consiste en caratoas negras, plátanos maduros fritos, carne desmechada y arroz blanco. O sea, que si usted pide una empanada de pabellón se la darán rellena de todo ese “equipaje”.

Las operadoras a veces fríen varias empanadas con distintos rellenos y las tienen listas para los clientes que de pronto se acercan a hacer sus pedidos. Como medida para identificar el relleno una vez frita la empanada, la práctica en Isla Margarita es hacerle con el tenedor de freír unos pequeños agujeros a la masa en un extremo de la empanada, 1 agujero: cazón; 2 agujeros: queso; 3 agujeros: caraotas, y así sucesivamente. Sin embargo, cada operadora tiene su código y no existe uno que sea común entre ellas.

El goloso público puede observar a las preparadoras de las empanadas en plena faena, ya que la confección de estos pasteles de masa de maíz blanco molido, rellenos y fritos en aceite, se lleva a cabo al aire libre y cerca de las vías de tránsito. Esta práctica no sólo provee fácil accesibilidad al transeúnte, sino que además actúa como promoción de venta para las deliciosas empanadas, pues siempre están a la vista, en pequeñas y tentadoras cestas donde se colocan para que se escurran después de freirse.

Muchos turistas, por precaución, dudan si atreverse o no a comer estas exóticas empanadas. Debo confesar que viniendo de Estados Unidos, donde no es usual ver a alguien cocinando en plena calle, mucho menos a la orilla del camino, y donde las regulaciones de sanidad son tan exigentes, yo misma tuve que pensar un instante en la cordura de atreverme a probarlas o no. De más está decir que tiré por la ventana todos los remilgos gringos y una vez que las probé fui una conquistada y quedé presa de esta sabrosura inigualable.

Para aquellos extranjeros que pudieran sentirse como yo me sentía al principio, puedo darles algunas sugerencias para escoger un puesto “limpio”, pero recuerde que todos en Isla Margarita las comemos, así es que el cuerpo humano las tolera… ¡y muy bien! Fíjese en la limpieza del puesto y hágase las siguientes preguntas:

1. la operadora principal, ¿usa delantal?
2. ¿mantiene limpia la superficie de preparación?
3. ¿tiene los rellenos tapados en envases limpios?
4. ¿maneja la masa directamente con los dedos, o usa guantes de plástico, o en su defecto una lámina de plástico para “armar” la empanada?
5. ¿la persona que prepara la empanada es también la que maneja el dinero?
6. ¿el aceite de freír se ve claro y limpio?

Después de estas consideraciones que a lo mejor le restan diversión a su primera experiencia con las empanadas neo-espartanas y si usted no es dado a aventuras extremas, pruebe primero una empanada de queso blanco con un refresco enlatado o embotellado (así tiene un poco de garantía de la procedencia del agua). Cuando haya adquirido mas confianza, o haya podido ubicar un puesto como el de las hermanas Juana y María Flor en Pedro González, el de Isabel en la encrucijada de las Calles del Sol y Leandro en Juan Griego y el de Mariángel en el parque frente a la Bahía de Juan Griego, pida una empanada de cazón para que pruebe un contraste de sabores espectaculares o una de “pabellón”, para que sienta sus papilas gustativas “bailando tambores” en su boca. Acompáñelas con un papelón bien frío y… ¡completo!, ¡a disfrutar!

¿Los precios? En el momento en que estoy escribiendo, una empanada que pudiera medir entre 15 y 18 cm puede costarle desde BsF 2 a 4 (US $1.00 a $1.75). Si usted se encuentra en lugares lejos de los centros turíticos, los precios de las empanadas tienden a ser más “solidarios”. Si usted está en Playa El Agua, Playa Parguito o Porlamar, el centro comercial de Isla Margarita, las empanadas pueden llegar a ser más “cariñosas” (caras). Los precios no tiene proporción con la cantidad de relleno que su empanada pueda tener. Muchas veces las empanadas de queso, suelen verse vacías… completamente vacías y esto se debe que dependiendo del queso, éste se derrite al freirse y desaparece como por encanto. Pero ahí está, en algún lugar de la empanada que sí sabe a queso. En momentos de escasez, su empanada puede resultarle más anoréxica.

¡Bon apetit!

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